domingo, 22 de julio de 2012
Aspectos psicosociales de la dependencia en los mayores
ASPECTOS PSICOSOCIALES DE LA DEPENDENCIA EN LOS MAYORES
Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro...
Luis Alberto Spinetta
Sumario: NUEVO TSUNAMI, social y epidemiológico ...
El Consejo de Europa, en 1998, definió la situación de “dependencia” de una persona como la imposibilidad de realizar las actividades de la vida diaria.
Se calcula que existe en dichas circunstancias, un 4,5 % de la población general y un 26 % de mayores de 65 años.
Los medios hablan mucho de la inseguridad urbana pero nada dicen sobre la falta de apoyo y asistencia para quienes cuidan personas dependientes, que en su gran mayoría son mujeres.
En nuestro País comienza a elevarse una inmensa y devastadora ola que irá creciendo y arrastrando desde sus entrañas , muchas vidas de jóvenes y viejos, sin respetar ubicaciones, clases ni sectores sociales
Estamos a tiempo para revisar nuestras prioridades y lograr que la sociedad comience a ser MÁS JUSTA, SOCIAL Y SEGURA...
El Consejo de Europa en el año 1998 definió la dependencia como: “El estado en el que se encuentran las personas que por razones de autonomía física, psíquica o intelectual, tienen necesidad de asistencia y/o ayuda importante para realizar las actividades de la vida diaria”
Según estudios realizados en España preparatorios del Sistema Nacional de la Dependencia, el 4,5 % de la población total soporta esta problemática, cuya atención construye en dicho país el llamado “Cuarto Pilar del Estado de Bienestar”, tras la educación, las pensiones y la salud, (en el marco de una lógica de ciudadanía).
Se calcula que de ese porcentaje un 49 % sufre dependencia leve, un 31 % dependencia moderada y un 20 % dependencia grave. Alcanzando entre los mayores de 65 años el 26 % de dicho grupo etáreo, con un 13 % de dependencia leve, un 8 % de dependencia moderada y un 5 % de dependencia grave.
Para el Dr. Javier Yanguas de la Fundación Matia, la atención constante conlleva una situación de estrés para los cuidadores, a la que define como una reacción ante estímulos que desorganizan la conducta habitual de una persona abocada a la atención de otra u otras, quienes se encuentran en estado de dependencia.
Dicha reacción o reacciones comprometen las esferas de vida ligadas con lo afectivo, lo físico, lo psíquico, lo cognitivo, lo laboral, lo relacional, el ocio y tiempo libre y los vínculos en general.
Quien dispensa estos cuidados se encuentra expuesto ante estímulos denominados estresores primarios que son los antecedentes o precursores de situaciones que luego ofician como estresores secundarios con un nivel de organización mayor para la generación de reacciones adversas.
Existe entonces un “derrotero” casi inevitable en la generación de estrés que comienzan a transitar quienes cuidan mayores en los momentos iniciales de la dependencia hasta recalar en aquellas estaciones en las cuales los requerimientos son constantes, integrales y múltiples.
No necesariamente toda persona cuidadora desarrolla las mismas reacciones y existen muchos factores personales y sociales que pueden oficiar de “predictores” de dicha situación (capacidad de afrontamiento, formas de vinculación previa con la persona dependiente, recursos pre-existentes: familiares, económicos y de otra naturaleza).
Lo que también resulta indiscutido es que la provisión de cuidados comporta un río subterráneo y en ocasiones manifiesto que tiende a arrastrar con su torrente hábitos y costumbres de la histórica vinculación existente entre cuidadores y enfermos.
Esa historia personal y también compartida entre cuidadores y mayores cuidados, justifica y explica las razones por las cuales son ciertos familiares y no otros, los que terminan haciéndose “cargo” de dicha responsabilidad.
Las estadísticas confirman que tales actividades son desempeñadas prioritariamente por personas de sexo femenino y de modo prevalente mayores de 45 años.
Más allá de las tareas “encomendadas” social y culturalmente a las mujeres, la elección específica de quienes las realizan va a estar fuertemente articulada con el relato sostenido en la “novela familiar” existente en cada hogar, por lo que la historia compartida ocupa un lugar central en la explicación causal de dicha elección.
Los cuidados dispensados pueden incluir: acompañamiento, higiene y confort, alimentación, vestido, asistencia sanitaria de baja complejidad, compras, trámites, etc. Orientados, ya sea para reemplazar al mayor o bien para ayudarlo a desempeñar dichas actividades.
Ahora bien CUIDADO no es lo mismo que asistencia y al respecto se suele aludir con este término a acciones asociadas con: velar, advertir. Proteger, proveer, acompañar, etc, pero CUIDADO supone también aprehensión y prevención.
El CUIDADO es una luz amarilla que se prende y de ese modo anticipa el inminente peligro de una luz roja. Desde el contexto de la seguridad vial, es aquel momento en el que hay que empezar a “frenar” para evitar un choque o accidente.
También constituye una oportunidad para cruzar, y avanzar con cautela en un paraje existencial en el que acechan peligros de distinta naturaleza que importa sortear para poder seguir en viaje..
Lo paradójico del tema es que el clima de calidez y continencia del espacio familiar puede trocar de un momento a otro en SINIESTRO
Freud señala en un artículo homónimo, una serie de elementos, que generan “efectos de siniestro”, entre los que se destaca la emergencia del “DOBLE”.
La existencia de un “otro” que ocupa “mi lugar...” según este agudo autor es angustiante al extremo y tiene su génesis histórica en los juegos identificatorios jugados por los hijos, para representar a sus padres, lo que “reaparece” en oportunidad de la provisión de cuidados a mayores dependientes.
Resulta bastante frecuente entonces, que los hijos se identifiquen con los roles jugados por sus padres, en los distintos momentos de la vida cursados por sus mayores
Esos ejercicios identificatorios en ocasiones reaseguran la identidad de los hijos y donan sentido de continuidad, pero cuando los padres son “dependientes” trocan en “siniestros”, pasan a jugar como DOBLES anticipando en el presente lugares futuros que van a ser ocupados inexorablemente, el doble pasa a ser un destino inevitable, no hay posibilidad alguna de cambiar dicho camino; “el otro ocupa mi lugar”.
Resulta entonces siniestro asistir a la dependencia de los propios padres, pero sin lugar a dudas resulta peor anticipar (a través de estos familiares), el propio destino. Al menos esa es la fantasía que cobra importancia y tiene “eficacia”. simbólica en el seno de una relación de cuidados de personas mayores.
Lo que ocurre en el recóndito escenario de lo familiar que se torna “siniestro” al perderse drástica o paulatinamente una situación previa de bienestar, conserva una gran distancia de quienes deciden los destinos de los actuales y futuros mayores
Un auténtico Tsunami Social y Epidemiológico comienza a levantarse no desde la exterioridad de la sociedad sino desde sus propias entrañas, que irá creciendo y arrastrando en un devenir exponencial vidas de viejos y jóvenes, de los suburbios y del centro.
La atención de los dependientes y de las consecuencias que ello genera, no respeta clases, ubicaciones ni sectores sociales.
¿Cuándo será el momento en el que la sociedad y en particular sus legítimos representantes comprendan que la atención de mayores dependientes es una problemática que excede ampliamente a este sector poblacional y que es un problema de la salud pública y colectiva, que merece tanta atención e importancia como el dengue o el cólera?...
Como dice Freud . La sociedad se verá en la obligación de agregar a la ayuda técnica , la ayuda material, para confrontar con este flagelo., al respecto la discusión sostenida en la actualidad en el seno de la sociedad española, sobre la llamada “Ley de la Dependencia” pone sobre el tapete y visibiliza lo que en la Argentina se pretende ocultar debajo de la alfombra.
El actual Gobierno de la Península Ibérica caracteriza la atención de la dependencia como el futuro “Cuarto Pilar del Estado de Bienestar” ubicándola en un mismo plano con la Educación, la Salud y las Pensiones (Seguridad Social).
En un contexto latinoamericano caracterizado por la fragmentación y exclusión social con altos índices de pobreza estructural de sus mayores, no se trata simplemente, que el Estado “colabore” con las familias y los damnificados, se debe procurar que desde las Instituciones abocadas a este segmento se asuma estas funciones como parte de sus “obligaciones”.
El Estado debe incluir dentro de sus responsabilidades animar o contribuir a la generación de programas flexibles, ágiles, de rápida cobertura útil y con aspectos que garanticen la calidad de sus componentes
El ciclo favorable de la economía, el ordenamiento institucional progresivo, las ventajas comparativas de los comodities conforman un escenario propicio para que la comunidad discuta cuales son sus problemas prioritarios y busque los modos para empezar a resolverlos.
Visibillizar el status “público” de estos problemas por su impacto sobre el conjunto de la sociedad, conlleva el abandono de las actitudes hipócritas y duales actuales, las que por un lado apelan y preconizan la necesidad de la contención familiar y por otro, poco o nada hacen respecto del apoyo a quienes efectivamente desempeñan dichas tareas.
El llamado MODELO MÉDICO HEGEMÓNICO opera como un obstáculo a tener en cuenta en el camino de la asunción institucional de los cuidados para mayores dependientes, dado que pretende velar el problema, medicalizando las soluciones. Su estrategia princeps radica en la ficción de que con los fármacos toda patología cede e incluso “se cura”.
En una versión remozada del mismo aparece el MODELO GERONTOLÓGICO DOMINANTE (MGD) que con la nueva pátina de un discurso interdisciplinario florido y progresista no acierta a encontrar los caminos para revertir la problemática que encierran los cuidados a mayores dependientes .
El MGD plantea de un modo convencido y hasta vehemente la atención especializada de los mayores, pero esto encierra un efecto paradojal dado que al especializar, además, obtura la realidad, desde una óptica monocular pretendidamente científica, lo que termina sacrificando el componente social, que suele ser uno de los explicativos (causales) de las dificultades que se analizan.
De todas formas deshaciendo esta operación cosmética que no supera un status de camuflaje, el MGD muestra que la mayor eficacia de su accionar termina depositándose en el arma tradicional del “FÁRMACO”, en particular aquellos de última generación.
Desde esta mirada sesgada se pretende medicalizar “cuestiones de la vida” , disciplinando conductas profesionales y no profesionales, generando la ficción de que el medicamento todo lo puede.
Pacientes y familiares, trocan sus expectativas de ser “entendidos” por el mero hecho de “ser atendidos”.
El sistema tiende a reproducir sus perversiones y atrocidades, fragmentando, engañando sin denunciar que muchas de las patologías que sufren los mayores son crónicas y progresivas, lo que no supone eliminar el accionar farmacológico pero tampoco justifica la actual “empresa de oscurecimiento” asumjda desde la Industria del Medicamento.
Se populariza el consumo de muchos fármacos, sin eficacia terapéutica comprobada y se distraen volúmenes muy importantes de fondos de las Obras Sociales y de los bolsillos de los particulares para sostener esta catedral imaginaria...
Frente a tanto despilfarro poco se “invierte” en programas de atención domiciliaria con orientación continua, progresiva y personalizada.
Se encaran de un modo recurrente y con fines de marketing político, programas “masivos” de capacitación de RRHH para desempeñarse como cuidadores domiciliarios, tomando como población blanco de los mismos a desocupados, en especial mujeres, pero hay una total ausencia de previsiones en lo que refiere a la organización de la oferta de servicios.
Se encuentra debidamente comprobado que todo proceso de formación de sectores excluidos de la sociedad conlleva mejoras objetivas de su inserción en el mercado laboral y en su capacidad de ingresos.
No obstante ello las personas formados en dichos procesos en general van a engrosar el colectivo de empleados “informales”, sin aportes a la seguridad social, ni relación de dependencia, es decir que pasan a desempeñar trabajos de baja calidad.
Al respecto el INSSJP sigue reconociendo estas tareas a través de una contratación indirecta, mediante un subsidio entregado a cada afiliado que demande este tipo de intervención (en un cifra por demás ridícula comparada con la demanda real de estos servicios entre los mayores) y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, a través de sus áreas sociales, firma convenios de atención con Cuidadores capacitados en forma individual por una acotada cantidad de horas por paciente y dejando de lado las problemáticas más importantes.
Existen muchas experiencias formativas a lo largo y lo ancho del país, sobre todo encaradas desde el Ministerio de Desarrollo Social, pero en ninguno de los casos relevados se plantean acciones sostenidas y sustentables para la organización de las ofertas de atención domiciliaria, no previendo la incorporación sistemática de estos trabajadores capacitados en cuidados domiciliarios, a efectores formalizados de servicios y con capacidad para brindar servicios con gradientes progresivos de calidad de atención (continuidad, accesibilidad, ofertabilidad, seguridad, disponibilidad, aceptabilidad, eficacia,. equidad, efectividad y eficiencia)
La baja calidad de la relación laboral sostenida por los cuidadores formales más tarde o más temprano va a incidir desfavorablemente en vínculos entre cuidadores y mayores asistidos.
En el año 2003 el INSSJP decidió destinar una parte del presupuesto correspondiente a las prestaciones sociales, por inspiración de la Comisión de Seguimiento (conformada por organismos de control y de garantías), para la conformación de “Efectores Sociales” operacionalizados como cooperativas de cuidadores orientadas a asistir mayores dependientes, superando de ese modo, el modelo de la atención por subsidio.
Al poco tiempo, con el cambio de la conducción institucional, esa partida fue traspasada para solventar el aumento de las internaciones en residencias para mayores, brindando otra muestra de que el pasado no cesa de repetirse y que los poderes tradicionales tienen una enorme aptitud para reciclarse, mimetizarse e influir sobre los decisores de turno.
Todo ello va conformando un cuadro de situación en el que no existe la voluntad política de encarar las decisiones estratégicas que demandan los procesos crecientes de envejecimiento de nuestra sociedad.
Pareciera que existe una enorme sordera ante los angustiantes gritos y sollozos provenientes de los lechos de quienes no pueden moverse ni acceder a los Olimpos Gobernantes.
Y por otra parte RESULTA CURIOSO:
• El doble discurso de las intenciones proclamadas y las realizaciones efectivas.
• La escasa trascendencia brindada desde las Instituciones Oficiales a las temáticas sociales y sociosanitarias de los mayores
• El mínimo espacio otorgado a lo “Social” en los Congresos Gerontológicos
• Las ausencias y/u olvidos cómplices , donde debieran ocurrir flujos importantes de fondos y recursos para la atención domiciliaria.
• Que no se haya avanzado en la investigación, innovación ni desarrollo de estos recursos demandados de forma manifiesta y latente por los mayores dependientes y sus familiares inmediatos.
• Que no haya desarrollado un registro y/o red institucional de cuidados, abierto a la incorporación progresiva de efectores acreditados.
• Las reacciones paranoicas que se generan en las Autoridades Oficiales de la atención geriátrico – gerontológica, ante las críticas en este campo.
• .El sospechoso silencio en la materia, de las organizaciones y asociaciones profesionales así como de los gremios actuantes en dichos ámbitos ante la degradación y el retraso de las prestaciones sociales orientadas a los mayores
.
Las problemáticas referidas a los cuidados domiciliarios se extienden progresivamente y la distancia con las actuales soluciones dejan al descubierto brechas de cada vez mayor profundidad.
El subsidio de contención sociosanitaria ( de escaso monto) y las actuales prestaciones dinerarias otorgadas desde el PAMI no alcanzan para cubrir con sus montos muchas situaciones de complejidad variada atravesadas por adultos mayores dependientes y también por sus familiares cuidadores (informales)
Mientras tanto la dependencia se abre paso entre los mayores y emergerá progresivamente con una virulencia enorme, en nuestro País, no limitándose a afectar a los mayores de extracción humilde sino tocando el timbre en todas las clases sociales.
La cultura “liquida” fragiliza toda vocación de resolución social pero lo reprimido emerge en el ámbito de lo familiar y allí no resulta posible hacer zapping...
Los problemas de los mayores requieren de una real atención sociosanitaria, altamente personalizada, progresiva y continua, que por supuesto debe contar con una base de fuerte tono comunitario, es decir recursos, instrumentos y soluciones allí donde los viejos viven, sufren, gozan, practican sus credos, defienden sus derechos y también donde finalmente van a morir.
Los “sistemas” de cuidados domiciliarios articulados con otros recursos de atención gerontológica configuran el punto de inflexión necesario para el cambio a una generación nueva de respuestas en reemplazo de un sistema de atención que evidenció una triple crisis: en lo que refiere a costos, logros y accesibilidad
Los cuidados domiciliarios no pretenden emular la “panacea” que imaginariamente reivindica el modelo medicalizado pero modestamente plantean que lo social no es predecible ni disciplinable..
Cabe preguntarse si se harán desaparecer de las crónicas gerontológicas, los cadáveres, emergentes de la desatención de la dependencia., parafraseando épocas negras de nuestra sociedad cuando por otros motivos , también inconfesables, se silenciaban reclamos y cuerpos.
Y al comparación no resulta exagerada si tenemos la férrea voluntad de denunciar las nuevas formas de violación de los derechos humanos en nuestros tiempos, incluyendo la falta de apoyo a la dependencia como uno de los modos de exclusión social y si como dice el dramaturgo Bertold Brecht: como no podemos seguir mintiendo empecemos a decir la verdad...
Las responsabilidades no pueden delegarse solo en quienes dirigen las instituciones abocadas a la atención gerontológico, hace falta gestionar “el buen gobierno” , el compromiso ciudadano, la crítica constructiva y la búsqueda del consenso para que emerjan políticas de estado que desborden legitimidad y no solo imposición de unos pocos “iluminados” sobre muchos desencantados...
Bs. As., 26 de marzo de 2007.-
Lic. Roberto Orden
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