lunes, 24 de agosto de 2009

Aportes para una nueva programación de las prestaciones sociales del PAMI

APORTES PARA UNA NUEVA PROGRAMACIÓN EN EL CAMPO DE LAS PRESTACIONES

SOCIALES DEL PAMI *

“Al fin un monte detrás de la bajura...”.

César Vallejo.

Muchos “modelos” suelen ser esquemas abstractos que aspiran a definir el sentido y la orientación de las acciones concretas.

El presente análisis procura introducir algunos conceptos y opiniones referidos, prioritariamente, al quehacer preventivo promocional. Y, en ese sentido, pareciera estar hoy en discusión si se debe disociar o no la promoción y prevención social de la promoción y prevención titulada (dentro del Instituto) “médico-social”.

Esta primera disociación demanda un mayor esfuerzo de comprensión, que abarque, de modo necesario, las configuraciones, los argumentos y los contenidos científicos, así como las prácticas instituídas en la materia, dentro del contexto institucional.

Las acciones encaradas cotidianamente se tornan “legibles” al relacionarlas con las circunstancias institucionales en que trascurren, con sus determinaciones y consecuencias habituales. Su convalidación administrativa obtura y torna imposible cualquier cambio o cuestionamiento de su justificación, invalidando el surgimiento de líneas alternativas, que procuren dar respuestas en tiempo y forma a las necesidades de los viejos...

Los presupuestos científicos subyacentes en las prácticas vigentes también son portadores de “ideales” personales-grupales, así como de ideologías institucionales, que implican aspiraciones y proyectos por ocupar “lugares” en la estructura de poder, lo cual, por sí mismo, no es malo, si son reconocidas las responsabilidades con las direcciones que se pretende asumir.

El PAMI ha venido siendo, a lo largo de su historia, tierra de litigio entre intereses intra y extrainstitucionales, muchas veces ajenos a los intereses de los jubilados, un espacio también propicio para la delegación múltiple y recíproca de responsabilidades referidas a la asunción de los grandes problemas de los viejos.

Ante los cambios —casi seguros— que se ha de introducir en el campo de la seguridad social en su conjunto y de las obras sociales en particular, deviene impostergable una mayor y mejor definición de las pertinencias y responsabilidades institucionales y profesionales, así como las de otros actores que deben tener una implicación mayor en las acciones preventivo- promocionales.

El I.N.S.S.J.P. muestra numerosas fracturas trasversales y longitudinales que generan una lógica de feudalización y de discontinuidad histórica de los programas, movimientos que son acompañados por los cuadros profesionales, que ven frustradas las intenciones técnicas por exigencias coyunturales, en general, de índole “político-clientelar”, trocando aspiraciones técnicas por distintos tipos de posibilismos teñidos, en lo profundo, de resignación.

Al incurrir en el error de privilegiar “abordajes” desconectados de las necesidades de los afiliados, se pierde progresivamente la visión de lo integral de la situación en que trascurre la vida y muerte de los viejos, “rompiéndose” la continuidad y articulación necesarias entre las acciones preventivas promocionales, asistenciales y de rehabilitación.

De este modo, la disociación presente en el campo de lo preventivo promocional, entre lo pretendidamente definido como “social” y lo “médico-social”, es arbitraria y ficticia, y deja numerosos “flancos descubiertos” en su justificación conceptual, correspondiéndose más con la provisión de un nuevo elemento que pretende otorgar “legitimidad” a cierta estrategia de desarticulación horizontal de la política social del PAMI.

Los fenómenos atinentes a la calidad de vida de los viejos y de otros grupos minoritarios cubiertos por los servicios del I.N.S.S.J.P. deben ser observados y pensados en relación con la múltiple y diversa determinación que los constituyen, pues al escindirlos se generan, muy de antemano, peligrosas categorías comprensivas, que luego, puestas “en acción”, pueden generar efectos paradojales con respecto a las intenciones iniciales.

Los aspectos referidos a: haberes, vivienda, educación, alimentación, higiene, vestimenta, descanso, respeto, esparcimiento, salud física y mental, entre otros, al ser disociados en pos de “sacrosantas” misiones institucionales, terminan “escotomizando” la problemática de los viejos reales, y simplemente tranquilizan la conciencia de los profesionales del PAMI, que autorreivindican la importancia de lo que hacen desde áreas tabicadas, y no interrelacionadas.

Una concepción del hombre como sujeto cultural determina una concepción social de la salud, y todos los programas preventivo-promocionales deben estar insertos y articulados en una dimensión mayor que los contenga (Plan de Salud Integral de la institución).

Resulta inconveniente y contraindicado esbozar planificaciones específicas, al margen del delineamiento necesario de las grandes políticas de conjunto, que deben tener un fuerte tono estratégico.

Las programaciones deben orientarse a revertir o, cuando menos, atenuar los principales problemas de salud de la población cubierta institucionalmente, estructurando de manera coordinada acciones de prevención, promoción, tratamiento y rehabilitación.

Dichos programas, a la fecha disociados y escasamente efectivos (con baja cobertura útil), no deben excluír la participación de la comunidad afiliada y no afiliada en el intento de resolución de los grandes problemas que aquejan a los viejos.

Los sistemas integrados y funcionales de servicios sanitarios y sociales deben apoyarse mutuamente, y no excluírse; todo ello, sin desconocer los niveles de especificidad y de diferenciación imprescindibles para la resolución de ciertas problemáticas individuales.

En las áreas y servicios sanitarios y sociales también tienen que registrarse niveles crecientes de integración, para luego proveer a la articulación de conjunto.

Las definiciones estratégicas deben alcanzar al desarrollo de la política de recursos humanos, por lo cual se debe realizar el esfuerzo de achicar el enorme abismo que separa a los niveles de conducción y planificación de los niveles operativos, los distintos grupos de ejecución de los programas entre sí y los diferentes staff de conducción. Disociaciones no gratuitas, sino especulares con respecto a las aduanas internas presentes en las “vísceras” de la institución.

En los niveles de dirección estratégica del I.N.S.S.J.P. se debe recrear lo que algunas empresas privadas ya han incorporado en cuanto a la asunción “colegiada” de los problemas y a “salas de situación” casi diarias, constituídas por el “gabinete” de todos los referentes de los programas, con la concepción de que la presencia de una dificultad en un área de la institución es responsabilidad directa e indirecta de todos sus integrantes, según sus ámbitos de incumbencia, generándose, así, una nueva mística, que se deberá homologar en otros sectores y niveles.

En función de los cometidos estratégicos reseñados, no resulta pertinente la constitución exageradamente “especializada” de grupos profesionales, en los niveles operativos, discriminados por tareas e incluso por patologías (salud mental, drogadependencia, hogares geriátricos, discapacitados, renales, auxiliares gerontológicos, pro-bienestar, etc.), que recrea el imaginario del status diferencial y el narcisismo de los pequeños detalles, favoreciendo la verticalización y disociación de los programas.

Tal diferenciación de grupos profesionales contribuye a una mayor fragmentación del campo de las acciones concretas, al tiempo que aleja aún más la posibilidad de la participación real de los usuarios en la gestión de los programas, velando la comprensión de las causas de los problemas y agigantando su abordaje sintomal .

La hipótesis de la generación de dichos grupos “por problemas” se asienta sobre concepciones epidemiológicas naturalistas y positivistas. Y sugiere que ante las graves dificultades socio-sanitarias de la población cubierta por la institución, la mejor y casi única respuesta consiste en generar mayores, mejores y cada vez más especializados “servicios”.

Lo cierto es que no necesariamente una cantidad mayor de servicios implica una mejoría en las condiciones de salud-enfermedad de la población, y que la incidencia de este discurso sobre los propios usuarios es letal, dado que impide que se hagan cargo de un conjunto creciente de problemas, oscureciendo también la posible instrumentación eficaz de recursos extrainstitucionales y de salud comunitarios.

Los programas preventivos promocionales de la institución no pueden ser elaborados, prioritariamente, desde la enfermedad, la carencia, la privación y lo defectivo.

La promoción de la salud supone la mejor utilización y el mayor desarrollo de potenciales recursos físicos, psicosociales y culturales en los niveles individual, familiar y comunitario.

A fin de dar cuenta de este cometido, los grupos profesionales deben pasar de su clásica función dadora de servicios y prestaciones a una nueva función facilitadora y organizadora de recursos, favoreciendo procesos grupales de asunción de responsabilidades por la propia comunidad.

No se puede hablar seriamente de “promoción de la salud” sin la participación organizada de los beneficiarios en distintos escenarios institucionales; y dicho campo no puede estar al margen de la problemática general de la organización, financiamiento, aceptabilidad y accesibilidad de la atención socio-sanitaria.

Los grupos interdisciplinarios deben estar desplegados y “adelantados” en el terreno (dentro de una concepción extramural) e integrados según áreas programáticas (zonas geográficas cubiertas), y no según patologías, con el consecuente manejo e instrumentación local de los recursos, erigiéndose como conjuntos organizados para entender en acciones integrales preventivo-promocionales dentro de las áreas asignadas, activando la emergencia de efectores de salud comunitarios y a la vez controlando a los prestadores contratados, previniendo toda forma manifiesta o embozada de corrupción.

Los viejos enferman o sanan en relación con sus situaciones de vida, según el modo en que viven, recrean, sufren, descansan, trabajan, se vinculan, defienden sus derechos, cumplen con sus deberes y profesan sus creencias.

Los grupos interdisciplinarios del PAMI afectados a tareas preventivo-promocionales tienen que tratar de resolver o enfrentar los problemas en el mismo contexto en que surgen y con los recursos propios del lugar, no con el afán de relevar al Instituto de sus responsabilidades, sino en pos de la facilitación de formas concretas de solidaridad, la generación de vías de protagonismo individual, familiar y colectivo, la apertura de canales de reinserción social y, en definitiva, la remoción de los obstáculos que de modo directo o indirecto conspiran contra una mejor calidad de vida de los viejos.

Las decisiones y la diferenciación de tareas deben surgir como una consecuencia de los compromisos de campo asumidos por los equipos, antes que de una decisión a priori...

Buenos Aires, 26 de mayo de 1992.

* Trabajo presentado ante el equipo de profesionales que estudió la modificación de las prestaciones sociales del PAMI y luego delineó el PROSOI (Programa Social Integral, según resolución 336/93).

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