CUIDADORES DE ANCIANOS:
SU FUNDAMENTACIÓN
Antecedentes de la propuesta para la generación de un curso de formación, en el ámbito de
Buenos Aires, año 1997
El perfil epidemiológico de la población ha venido experimentando cambios diversos, y a pesar de que las enfermedades trasmisibles aún persisten, los problemas crónicos y degenerativos, los accidentes, el aumento de la expectativa de vida y la contaminación ambiental tienen cada día más importancia.
Se conforma, así, un verdadero mosaico epidemiológico, en el cual confluyen, de un lado, problemas característicos de las sociedades con un atraso relativo en sus condiciones de desenvolvimiento económico y social, y, del otro, problemas prevalecientes en las sociedades llamadas “desarrolladas”.
Los procesos sociales originan determinada constelación de factores de riesgo, que a su vez explican la conformación de determinado perfil de morbimortalidad, tanto de los grupos como de las sociedades en su conjunto.
Cada uno de los diferentes grupos de población tiene características específicas, determinadas por los factores del ambiente biológico, físico, social, cultural y económico, que moldean sus condiciones de vida y sus niveles de bienestar. El grado de exposición de estos grupos humanos a riesgos de distinto tipo y magnitud determina diferentes perfiles de salud.
Los avances tecnológicos y económicos han ido provocando cambios en las condiciones de vida de las poblaciones. Consecuencia de ello es el aumento de la duración media de la vida, y esta mayor longevidad y la reducción de los índices de natalidad, en las últimas décadas, ha traído aparejado, a su vez, el aumento de la proporción de personas de edad avanzada en la población.
Como resultado de lo expuesto, se registra un notorio incremento de las enfermedades a largo plazo o crónicas, que han sido definidas como “todos los menoscabos o desviaciones de lo normal que tienen una o más de las siguientes características: son permanentes, dejan incapacidad residual, son causadas por una alteración patológica irreversible, requieren un adiestramiento especial del paciente para la rehabilitación, y puede esperarse que demanden un largo período de supervisión, observación o cuidado”.
En el campo de las también llamadas “patologías del desarrollo” (enfermedades crónicas y en general invalidantes) se ponen dramáticamente en evidencia dos factores :
1) el fracaso de las medidas de tradicional sesgo medicalista, por la presencia innegable de dificultades ligadas con los costos, la accesibilidad y disponibilidad de los servicios y, en algunos casos, hasta la propia eficacia de las acciones;
2) la necesidad insoslayable de conjugar acciones médicas y sociales para abordar de modo eficaz, eficiente y efectivo las tareas ligadas con la prevención, la asistencia y la rehabilitación de dichas enfermedades.
La problemática referida no puede ser analizada desde una visión monocular, en el marco de una sola ciencia (medicina o sociología), sino que requiere, sobre todo, la generación de nuevas y efectivas acciones, que tengan en cuenta las características culturales de la población, con un fuerte tono comunitario tendientes a recrear y fortalecer el tejido social y la conciencia solidaria.
Salud.
Las afecciones cardiológicas, los tumores malignos y las enfermedades cerebrovasculares se erigen como las tres primeras causas de muerte en lo que respecta a la población general (ver sección de gráficos y tablas).
En el Gran Buenos Aires, según datos provenientes del INDEC, el 33 % de la población no tiene obra social ni plan médico o mutual. Estas cifras se reducen considerablemente a medida que aumenta la edad de las personas, por la presencia de los servicios del PAMI, llegando al 15 % entre quienes tienen 60 o más años (ver tablas adjuntas).
El Ministerio de Salud de
Esta población demanda, como complemento de los programas médicos, acciones sociales y sanitarias preferentemente locales, que eviten o posterguen los diversos tipos de internaciones, manteniendo el mayor tiempo posible a los ancianos en sus medios de origen.
Trabajo.
A partir del año 1993 se produjo un incremento notorio de la desocupación y se profundizó la brecha entre la proporción de activos (es decir, la población que conforma la oferta laboral) y la proporción que es efectivamente empleada.
En el mes de mayo de 1995, en el Gran Buenos Aires la desocupación alcanzó el pico histórico del 20 % del total de la población económicamente activa.
Con respecto a las categorías ocupacionales, el Censo de Población de 1991 evidenció que casi las dos terceras partes de los ocupados son asalariados y que el 22,9 % trabaja por su cuenta, con una tendencia al descenso de los asalariados y la incorporación ascendente de la mujer al mercado de trabajo.
Se verifica que en las zonas rurales de la provincia de Buenos Aires la tasa de actividad es mayor que en las urbanas.
La precariedad laboral, que expresa el porcentaje de trabajadores asalariados a los cuales no se les efectúa el aporte jubilatorio correspondiente, según el Censo citado, alcanzó al 35 % del total de asalariados; dicho porcentaje tuvo su máxima expresión en el servicio doméstico, donde al 93 % de los trabajadores no se les efectuó el aporte jubilatorio.
Semejante contexto laboral viene erosionando, en el ámbito de las familias, las posibilidades tradicionales de contención de sus miembros vulnerables, y demanda la promoción de fuentes de trabajo, que bien pueden estar orientadas a favorecer el mantenimiento de dichas personas (en su mayoría, discapacitadas) en sus medios de origen.
Envejecimiento poblacional.
En virtud del incremento de las expectativas de vida y de la disminución de la tasa bruta de mortalidad, se observa un ritmo creciente de la franja de individuos mayores de 65 años; se estima que la ella representará el 9,7 % de la población total para el año 2000 y el 10,2 % para el 2010. En la provincia de Buenos Aires será del 10,3 % y el 10,8 % en la épocas referidas.
Este hecho generará, a la vez, un incremento del llamado índice de dependencia, que expresa la proporción de la población no económicamente activa con respecto a la económicamente activa, que alcanzó un valor de 14,9 % en 1990 y se estima que rondará el 16,9 % en el año 2010.
Sobre la base de datos provenientes de un trabajo titulado La situación de los ancianos en
Necesidades básicas insatisfechas.
Las N.B.I. fueron definidas con metodología utilizada por el INDEC, teniendo en cuenta indicadores de privación sobre: hacinamiento, vivienda inconveniente, condiciones sanitarias insuficientes, falta de escolaridad primaria o deserción de ella y baja capacidad de subsistencia.
Conforme a los datos del último censo, el porcentaje de hogares con N.B.I. fue mayor en los partidos del Conurbano Bonaerense que en el interior de la provincia de Buenos Aires, con cifras que llegaron al 16,5 % y al 11,7 % respectivamente.
En cuanto al total de individuos correspondientes a hogares con N.B.I., representó el 17,2 % de toda la población de la provincia de Buenos Aires (Censo 1991).
Esta distribución no hace más que confirmar la presencia creciente de demandas generales de asistencia de los grupos vulnerables de la población, entre los cuales se destaca el de los ancianos, cuya atención deberá ser llevada a cabo por instituciones públicas o bien delegada a O.N.G., con el debido control oficial, teniendo en cuenta las tendencias actuales.
Educación.
A medida que aumenta el grado de instrucción se incrementa el nivel de ingresos individuales, y a medida que se desciende en la calificación ocupacional es menor el nivel de instrucción y correlativamente mayor la precariedad laboral (fuente: INDEC, octubre de 1995; ver tabla 3.4.20).
La articulación de las variables correspondientes a trabajo y educación demuestra la urgente necesidad de implementar planes de capacitación ágiles, que mejoren la calificación ocupacional de quienes los cursen y, fundamentalmente, permitan la interacción con nichos del mercado laboral factibles y viables, sin dejar de responder a las necesidades sociales de la población.
A modo de síntesis.
La atención de pacientes con alto riesgo, como son los ancianos discapacitados, viene provocando un notorio incremento en los costos médico-asistenciales, sin que ello apareje los necesarios reaseguros de calidad y continuidad de atención.
La salida a veces forzosa de tales pacientes fuera de su entorno es fuente importante de desorientación, trastornos y ansiedades, que también suelen agravar las patologías de base. De allí que lo deseable sea su permanencia en su entorno habitual, conservando las referencias a un espacio conocido y familiar, siempre y cuando dicha estancia no represente ningún riesgo serio para ellos o sus familiares.
La aceptación del entorno físico habitual no debe significar conformidad con sus deficiencias, por lo cual se insiste en la necesidad de la complementariedad entre diferentes programas, instituciones y actores sociales en pos de una calidad de vida satisfactoria.
El conjunto de circunstancias referidas da cuenta de un contexto demográfico, sanitario, laboral y educacional que demanda la adopción de medidas fuertemente vinculantes en el campo de la capacitación, a fin de contrarrestar la fragmentación social.
La planificación de dichas medidas sólo puede seguir un decurso estratégico y situacional, teniendo en cuenta la complejidad referida y haciendo hincapié en la generación de programas y acciones que garanticen la mayor efectividad, sin descuidar la racionalidad y la asignación óptima de los recursos.
La promoción y formación de cuidadores de ancianos representa un intento de influír en los factores primarios que determinan el proceso “salud-enfermedad”, y que no debe detenerse sólo en el tratamiento de los efectos de la pérdida de salud, sino avanzar en el estímulo de la elaboración de respuestas sociales ante diferentes problemáticas, que demandan la participación de distintos actores comunitarios, y las instancias educativas no están fuera de esas responsabilidades.
En caso de que prosperara esta figura y se extendiera su accionar, se podría anticipar los siguientes beneficios:
· disminución de tasas de internaciones y reinternaciones en hospitales y sanatorios;
· disminución de internaciones geriátricas y en establecimientos para discapacitados;
· disminución de tasas de uso de otras prestaciones médico-sociales (consultas, medicamentos, subsidios, etc.);
· incremento de la calidad de vida de los pacientes con riesgos especiales;
· fortalecimiento familiar y comunitario;
· promoción laboral;
· reaseguros de calidad de atención, sobre la base de criterios de aceptabilidad, equidad, legitimidad y universalidad de las acciones.
El concepto de cuidador de ancianos pone en práctica una cosmovisión sanitaria definida como ecológica y participativa, centrada en lo siguiente:
1) generar una actitud de participación, despertando, estimulando e incentivando la voluntad, latente en distintos grupos sociales, de promover su propia salud y su propio bienestar.
2) generar una actitud de organización que permita iniciar y mantener acciones efectivas.
3) lograr que las organizaciones de la comunidad sean dinámicas y estén orientadas a satisfacer demandas legítimas de sus integrantes.
4) lograr un análisis y una evaluación conjunta de los resultados, que permita fortalecer los logros parciales, en pos de la generación de niveles de crecimiento comunitario.
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