DEL EQUIPO INTERDISCIPLINARIO
EN GERONTOLOGÍA
“En cuestiones humanas y sociales, el planteo de la neutralidad científica presupone siempre, de alguna manera y en distinto grado, la neutralización de la concepción teórica como de la práctica correspondiente...”.
El quehacer interdisciplinario requiere de la motivación, la participación y también del consenso activo de distintos profesionales interactuantes en un determinado medio institucional.
Estas personas en determinado momento dejan de operar por “inercia” y se preguntan por el ¿para qué? de sus propias acciones.
En ocasiones surgen liderazgos que irradian valores, los que luego se vuelven compartidos y en otras oportunidades se suscitan hechos, condiciones o incluso “síntomas” a partir de los cuales el grupo toma conciencia de lo que viene ocurriendo.
Sería por demás ingenuo suponer que el trabajo interdisciplinario pueda ser “impuesto” por la vía de la norma, pues en caso intentarlo, se generan “productos” de corte tecnocrático y sin “humanidad”, a pesar de que cuenten con un pretendido barniz de “científicidad”.
El trabajo interdisciplinario insinúa desde “el vamos” la existencia de un “grupo”. Así se accede al concepto de Grupo Interdisciplinario, resultando necesario analizar los elementos y circunstancias que consolidan dicha construcción, pero además aclarando que todo grupo encuentra orígenes y motivaciones, en ocasiones, muy disímiles.
No se trata entonces de generar un “recetario” de cómo construir secuencialmente un grupo interdisciplinario en Gerontología, sino sugerir algunos “ingredientes” cuya combinación va a depender de cada “aquí y ahora institucional”, con el presupuesto de que dichos elementos no agotan la amplia gama de posibilidades existentes en los grupos.
Cuando se habla de grupo se pretende definir a un conjunto de personas que despliegan una tarea (en el campo de la tercera edad), interactuantes en espacios y tiempos comunes y atravesadas por condicionamientos y determinaciones de distintos órdenes.
Se entiende por ROL la función grupal “jugada” por cada uno de los integrantes en los distintos momentos del acontecer grupal y no puede existir “grupo” sin la asunción y depositación alternante de distintos roles.
Los nombrados roles en el mejor de los casos siguen un decurso de complementariedad y cooperación, lo cual supone la aceptación de las distintas formas y estilos par confluir en el desarrollo de los objetivos propuestos.
Pero también pueden suscitarse situaciones de rivalidad y competencia que paralizan la producción grupal y pueden determinar la “muerte” del proyecto grupal.
En el grupo también suceden procesos de comunicación formales e informales de distinta naturaleza, los que en el mejor de los casos permiten sortear obstáculos de distinta naturaleza, como ser los malos entendidos, sobre entendidos, uso de códigos disímiles y secretos compartidos por algunos integrantes, los que pueden resentir el funcionamiento grupal.
Las pretensiones de hegemonía sostenidas desde distintas profesiones (los llamados esquemas hegemónicos) generan procesos varios de resistencia por parte de las restantes o bien acatamientos pasivos que también perjudican el crecimiento grupal.
Con el objeto de superar estas dificultades resulta oportuno que los distintos aportes o intervenciones profesionales den cuenta de su marco referencial, así como de los efectos buscados.
La actual formación de grado de los profesionales en
En todo proceso grupal el ejercicio de la crítica siempre anticipada por la respectiva autocrítica, permite el afianzamiento del grupo y no se emparenta con actitudes de ataque y defensa que consuenan con el afianzamiento a ultranza de posiciones individualistas y reduccionistas, las que a su vez ocultan el temor “por lo nuevo...”
Resulta importante distinguir los sistemas de intereses, montados sobre afanes de extraer ventajas y acrecentar posiciones exclusivamente individuales de los sistemas solidarios en los que prevalece la identificación con ideales compartidos.
A veces dichos ideales consisten en mejoras de los servicios brindados para la población beneficiaria, mejoras en las condiciones de trabajo o simplemente la “vocación” de superar las dificultades con honestos esfuerzos, reasumiendo los valores generados en el mismo proceso del trabajo...
En los sistemas de intereses los integrantes simplemente se “asocian” con personajes de cierto poder y prestigio dentro de los grupos, a fin de gozar de los “beneficios” consecuentes a dicha asociación, no existiendo posibilidades ciertas de crecimiento, ni de críticas responsables.
La rotación del imaginario grupal sostenido desde sistemas de intereses hacia otro ligado a sistemas solidarios, implica un viraje importante en la construcción de la cultura del grupo.
El aspecto temporal cobra relieve en el acontecer grupal. La historia grupal, es lo que diferencia a sus miembros de otros grupos, y va determinando en su desarrollo “dos instancias imaginarias” que son los mitos y las ilusiones, los que suponen las representaciones imaginadas y básicamente deseadas por los integrantes con respecto al grupo del que forman parte, en torno de sus orígenes (pasado) y de su futuro, respectivamente.
Al mismo tiempo, el grupo se va desplegando en un ámbito institucional que lo condiciona notoriamente con respecto a decisiones administrativas, normas formales, estructuras de poder y otros aspectos de la matriz institucional, “modeladores” de efectos varios entre sus integrantes y que también impactan en el supuesto medio “externo” al grupo.
En realidad lo que ocurre por fuera y dentro del grupo esta profundamente imbricado y atravesado por determinaciones de matriz estructural.
La definición “interdisciplinaria” del grupo establece de un modo explícito una diferencia con el acontecer multidisiciplinario, entendido este último como la mera sumatoria voluntaria o involuntaria de profesiones en un espacio en común, pero sin una clara definición e identificación de roles , lo cual termina superponiendo visiones en la consideración de un fenómeno, cuando no restringiendo, de modo casi necesario, marcos de análisis.
El trabajo interdisciplinario supone una definición ideológica por parte de los integrantes y también de la autoridad institucional en la que se referencian, requiere de tiempos imprescindibles para la integración progresiva entre distintos saberes y métodos, inaugurando espacios, en ocasiones inéditos, para la deliberación y concertación ideológica y metodológica.
Muchas veces y de un modo resistencial, los profesionales tienden a atrincherarse en sus saberes previos para tranquilizarse ante la irrupción de lo nuevo, así surgen un conjunto de hábitos y representaciones que conspiran contra la superación de los límites territoriales de cada ciencia.
Las preguntas surgidas en torno de lo que ocurre “más allá de algunas certezas científicas” que fueron utilizadas de un modo ritual y bíblico, nutren con fuerza de crecimiento al quehacer interdisciplinario y paradojalmente al propio desarrollo monodisciplinario.
Siguiendo el aporte de las modernas escuelas de aprendizaje, en el acceso al conocimiento y para sortear distintos obstáculos, incluyendo los que ocurren en el devenir interdisciplinario, se plantean momentos alternativos de integración caracterizados por encuentros, seguidos por otros de diferenciación, buscando amalgamar lo conocido con lo no conocido , lo monodisciplinario con lo aportado por las otras disciplinas...
El campo de la tercera edad, demanda, por su caracterización hiper-compleja, de una visión integral e integradora, la que únicamente puede ser desplegada y asumida por un equipo interdisciplinario.
Todo grupo interdisciplinario cuestiona formas atávicas y/o clientelares de distribución del poder con el desarrollo de una concepción de fuerte base humanística, que operacionaliza la recuperación de la historia, identidad y cultura de los ancianos, y también las de sus integrantes...
Recrea una cultura del trabajo en tanto mística de la producción compartida.
El trabajo profesional con ancianos —que en muchos casos implican enfermedad, discapacidad, pobreza y muerte— conlleva inevitablemente un deterioro y resentimiento de los recursos humanos, cuyos efectos, pueden ser anticipados o compensados mediante acciones organizadas de capacitación, supervisión y contención.
Así, el instrumento más apto para dar respuesta efectiva a dichos requerimientos, es el equipo interdisciplinario, por sus activas funciones facilitadoras y multiplicadoras de efectos concretos y también simbólicos, en los entramados institucionales y comunitarios .
La capacitación en este terreno supone la búsqueda simultánea del cometido de un mejor desarrollo de la asistencia, la docencia y la investigación, a ser desplegadas desde sectores operativos, rompiendo con la disociación planteada entre algunos que saben y planifican y otros que no saben y cumplen. De este modo, el saber se renueva merced a la interpretación y el análisis de lo ejecutado prácticamente, en el crisol de la interdisciplina.
La supervisión debe ser entendida como un monitoreo conjunto entre los distintos niveles, orientado a la detección y remoción de los obstáculos que traban las tareas de campo, aceptando de antemano que la tercera edad instituye situaciones que jamás siguen un devenir lineal, sino profundamente conflictivo, con interacciones múltiples.
La contención procura superar aspectos del estrés laboral específico, de la actividad con ancianos sumidos, la mayoría de las veces, en situaciones críticas, aceptando que tras todo “primer tiempo de reacción”, producto de la recepción de estímulos lesivos, aparece un “segundo tiempo de elaboración”, predominantemente cultural, en que el sujeto apela a los otros integrantes del equipo y en el cual cobra suma importancia el sostenimiento de un espacio desde donde sea posible “objetivar” una serie de situaciones y estados que fueron vividos “subjetivamente”.
La conformación de estos equipos, en los distintos niveles, favorece entre sus integrantes los objetivos de: identidad, pertenencia y ejecutividad, y, como estrategia, confronta con las formas veladas o encubiertas de la violentación institucional, que en sobradas ocasiones perjudican a ejecutores y destinatarios de acciones, subvirtiendo, incluso, sus orientaciones éticas.
La preservación de todos los aspectos nombrados no supone algo anecdótico, apendicular ni mucho menos un “lujo” con respecto al resto de los quehaceres profesionales por el contrario debe tomarse como una “obligación” la generación y preservación de espacios sistemáticos de encuentro interdisciplinario y no solo para discutir las tareas rutinarias, sino para recuperar la “humanidad” de los distintos actores implicados.
El sentimiento de responsabilidad individual, que en ocasiones troca en “culpa” y desasosiego ante lo que se vive como incumplimiento de las funciones, que sienten muchos profesionales del campo gerontológico, al no poder encauzar otras respuestas en la actual época de “ajuste económico”, solo puede exorcizado en el crisol del proceso grupal instituyente y creativo.
Únicamente en un ámbito mediatizado por el quehacer interdisciplinario puede insertarse una propuesta de abordaje gerontológico que implique el uso de recursos innovadores; la accesibilidad, efectividad y racionalidad en la instrumentación de las metodologías, y una auténtica programación, basada en las legítimas necesidades de los ancianos, en reemplazo de las meras exigencias del mercado...
Buenos Aires, 9/8/93.
No hay comentarios:
Publicar un comentario