“VIEJOS SON LOS TRAPOS” *
Los mitos de la tercera edad
El licenciado Roberto Orden —psicólogo especialista en tercera edad— asegura que la vejez está plagada de creencias. “Un mito dice que los ancianos tienen que dedicarse al ocio...”. Según Roberto Orden, los viejos no quieren dejar de tener responsabilidades, sino que “hay otros que se las quitan”. Por otra parte, explica que los ancianos son los encargados de mantener viva la memoria de un pueblo: “son los que nos hacen recordar, cuando tratan de lavarnos la identidad”, sostiene...
“Envejecemos como hemos vivido, y creo que falta en la sociedad esta conciencia, esta posibilidad de vernos como «futuros viejos»”. Así explica Roberto Orden el dilema para con la tercera edad.
El licenciado es docente en la carrera de Especialización en Psicogerontología de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, y jefe de la División de Programas Sociomédicos de la Subgerencia de Prestaciones Sociales del PAMI.
Según Orden, los ancianos están siendo aislados por la sociedad, pero —asegura— gracias a sus mismas organizaciones podrán cambiar este presente de marginación. “Los viejos se van a hacer oír; de hecho, ya lo están haciendo”, sentencia.
— ¿Qué papel tienen los ancianos en la sociedad actual?
— El anciano no cabe dentro del programa posmoderno; pues está rememorando continuamente la historia. Cuando se produce el fenómeno de la llamada “muerte de las ideologías” se rompe con el futuro, que es algo así como la dimensión de lo esperable, de lo deseable, y, por otra parte, se rechaza el pasado.
— Al rechazar el pasado, los ancianos no tienen cabida. ¿De qué modo?
— Esto tiene que ver con la etapa actual, en la cual, aparentemente, no hay ideales, no hay futuro, no hay pasado; hay una hiperconsideración del envase joven, y todo lo que no está asociado con las novedades cosméticas y visuales “no es aceptado”. Hay como una eliminación simbólica de lo viejo, porque nos hace retornar a nuestra verdadera condición de sujetos carentes en todas las edades, y también en ésta. Todo ello sucede en un momento en que el viejo es también objeto de imposiciones, en que casi se lo trata como un mueble (llevándolo y trayéndolo).
— ¿Es posible plantear una solución?
— Yo creo que sí, pero me parece que hay que ampliar las categorías de análisis. Se puede pensar en la tercera edad como algo no necesariamente antagónico con la dimensión del “conflicto”. A mayor posibilidad de enfrentar los conflictos, mayor gradiente de salud comunitaria.
— ¿A qué conflictos se refiere?
— Me refiero a conflictos que tienen que ver con la cotidianeidad, a aquellos que se presentan en el lugar donde los ancianos viven y desarrollan sus vínculos, allí donde practican un credo religioso, defienden sus derechos, confrontan con otras generaciones; donde gozan, sufren, y donde finalmente van a morir. Estos conflictos no trascurren en los consultorios, en los gabinetes, ni tampoco en las salas de los hospitales. Decididamente, no se logra más salud mental agregando más servicios de psicogeriatría, sino trabajando en relación con el modo en que viven los ancianos...
Mitos y responsabilidades.
Según el licenciado Orden, la tercera edad es una etapa que está plagada de mitos y creencias que dan de la vejez una idea muy distinta de lo que realmente es. Entre esas falsas ideas aparecen las de “el viejo sabio”, residuo de sociedades tradicionalistas, y “el viejo virtuoso”; la concepción “romántica” de la tercera edad, o “el viejo asexuado”, entre otras.
— Hay una creencia, en muchos sectores de la sociedad, que asegura que al llegar a determinada edad las personas dejan sus responsabilidades y dedican la mayoría de su tiempo al ocio y a las actividades recreativas.
— Creo que esto depende de cada grupo y de cada individuo, que nunca puede tratarse de una regla general. Por el contrario, sostengo que los sujetos envejecen con relación a cómo han vivido; y tratándose de personas que históricamente han asumido ciertas responsabilidades, considero muy dificultoso que se resignen a dejar de asumir compromisos y posiciones ante la vida.
__ ¿ Los mitos son cultivados por los mismos viejos?
— Se trata de mitos sostenidos, en especial, desde otras edades, por el temor que encierra la asunción futura de esta etapa.
— ¿Quiere decir que el anciano no quiere desresponsabilizarse?
— Las responsabilidades no se van: hay otros que las quitan. El anciano, en muchos casos, las quiere seguir teniendo. El asunto pasa por ver qué les ocurre a las personas de las otras edades con respecto a los viejos.
— ¿Y qué sucede cuando el anciano no puede “retener” sus obligaciones frente a las imposiciones de la sociedad?
— Ése es un momento en que se presentan conflictos. Pero, de todos modos, insisto en que el anciano debe poder vivir no sólo en función de sus derechos, sino también en función de sus deberes... Cuando empezamos a restarle deberes y a alinearlo, sosteniendo que sólo puede realizar ciertas y delimitadas actividades, estamos empezando a excluirlo y segregarlo. Si quiere y puede seguir con cierta actividad u ocupación, ello es beneficioso para su identidad.
— ¿Qué lugar ocupa la queja en los viejos?
— La queja, en muchas situaciones, es frecuente en el anciano. Se queja porque le falta dinero, porque tiene dolencias físicas y por otras causas. Se queja porque es viejo y no quiere serlo, pero es por demás útil diferenciar la queja de la responsabilidad en tanto sujeto de deberes y derechos.
Los guardianes de la memoria...
— Generalmente, los viejos son los que nos hacen recordar cuando se desarrollan operaciones destinadas a lavar la identidad y la memoria de una sociedad. Es el momento en que salen a decir: “No era así...”. Nos recuerdan lo que ha pasado a partir de sus propios recuerdos; construyen otra historia.
__ ¿ A qué atribuye esta especie de operación de ocultamiento del pasado ?
— Es duro aceptar que en este país, donde tanto se necesita tener memoria, se mantenga tan desprotegida a la tercera edad. Pienso que estas acciones se originaron en los períodos de interrupción del orden democrático y se continuaron con los planes de ajuste económico...
— ¿Por qué cree que se da esta situación ?
— Aunque no acepto las concepciones conspirativas de la historia, sí sostengo que a medida que se les va quitando obligaciones a los ancianos y se vulnera sus derechos, se ahuyenta la posibilidad de la memoria y resulta más fácil cualquier empresa de trasculturación.
— ¿Qué cree que harán los viejos al respecto?
— Creo que se van a hacer oír; de hecho, ya lo están haciendo. Ante la insensibilidad y la falta de respuestas específicas de los gobiernos, los viejos han generado sus propios mecanismos de respuesta, que son sus propias organizaciones. Y son éstas mismas las que sospecho que van a jugar un papel fuertemente reivindicativo con respecto a los intereses propios de los jubilados.
— ¿Cómo ve el futuro en este sentido?
— Imagino el futuro como un espacio para grandes deliberaciones, en que van a jugar un papel protagónico las organizaciones no gubernamentales y habrá que pelear la reubicación del Estado, en lo que hace a sus funciones indelegables. Las prestaciones y los servicios específicos para la tercera edad deberán ser coparticipados con los jubilados. No creo que quede mucho lugar para la manipulación...
LOS HOGARES GERIÁTRICOS
— ¿Qué piensa de los hogares geriátricos?
— Aunque “geriátrico” es una palabra un poco “maldita”, considero que se trata del recurso a aplicar en última instancia, particularmente destinado al anciano discapacitado, que no puede ser mantenido en su hogar.
— ¿Está en favor o en contra de los geriátricos?
— Tuve oportunidad de trabajar institucionalmente en un área de planificación ligada con la atención para pacientes crónicos. Creo que la recomendación del geriátrico se corresponde con un momento específico del anciano, y que antes de llegar a él hay que agotar todos los recursos de atención domiciliaria, que en nuestro país no están muy desarrollados.
— ¿Existe este último tipo de atención en el Municipio de Lanús?
— Le doy una primicia al respecto: dentro de muy poco tiempo, el PAMI de Lanús va a organizar un curso abierto a la comunidad para auxiliares gerontológicos domiciliarios, cuyo cometido central será formar a personas de la zona para que sepan cómo cuidar y atender a los ancianos en los momentos en que éstos no pueden hacerlo por sí mismos. Va a ser un curso de algo más de dos meses de duración, con reconocimiento del PAMI y de la Secretaría de Formación Profesional y Empleo del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nación.
* Reportaje concedido a Rodrigo Lloret, de la revista “La Hoja de Lanús”, nº 39, de julio de 1994, reproducido en la revista “Roles”, nº 13, de noviembre de 1996.
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