| Jornadas preparatorias para la creación de la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo I Seminario de Análisis crítico de la realidad argentina (1984-1999) Desgrabación de la clase del sábado 11 de Diciembre de 1999: "La crueldad" por Fernando Ulloa PARTE I Presentación Esta mañana celebramos la última clase de estos encuentros. Va a haber un cierre, el próximo sábado, donde va a hablar Hebe de Bonafini, donde vamos a dar los certificados, donde de alguna forma vamos a despedirnos celebrando estos encuentros. Nosotros tenemos en la Universidad la suerte de contar con amigos y con maestros, a tal punto que hemos podido organizar una figura que es la de los referentes, los supervisores, los consultores -como cada uno quiera llamar- que en las distintas áreas significan un lugar dónde mirarnos, maestros a quiénes seguir y también la seguridad de que esta Casa de Madres, esta Universidad, cuenta con un verdadero y sólido respaldo intelectual. Que a la vez está en hombros de gente que su conducta diaria pueden mostrar que el saber y el hacer pueden ir de la mano. En el campo de la salud mental, la Universidad tiene como referente al doctor Fernando Ulloa. Y él es hoy quien va a hablar para todos nosotros. No es bueno abundar con elogios, pero tampoco es bueno callar, cuando se pueden decir las cosas, el pensamiento que tiene la gente que está haciendo esta Universidad sobre los docentes que invitamos. Pocos tienen el derecho de oír que los llamen maestros como el doctor Fernando Ulloa. Así que ahora los dejo con él y después repetiremos el mecanismos de trabajo que es habitual en nuestros encuentros. Nada más por ahora. Fernando Ulloa Este tema tan complejo, tan arduo, este tema de la crueldad, tan obsceno, que yo prefiero elegir la categoría de amigo y no la de maestro. No sé si voy a poder ser muy maestro hoy, o si alguien puede ser maestro en esto. A mí me resulta en general fácil, relativamente fácil, dentro del campo de la salud mental y como analista, escribir -hace ya tres o cuatro años que estoy trabajando este tema de la crueldad- me resulta fácil escribir sobre la crueldad, hablar el código específico y el código ya más implementado para la salud mental. Me resulta bastante fácil discutir sobre salud mental, perdón... es que la crueldad y la salud mental están muy ligados. Me resulta relativamente fácil discutir y me resulta muy difícil -por eso lo de amigo- exponer este tema de la crueldad. Porque uno hace dos cosas: o hace un guión muy conceptual y no pasa nada y uno se queda insatisfecho de lo que ha dicho o de los efectos, o uno hace ya un guión más cruel, desnudando cruelmente y tiene más efecto pero no va mucho más allá de los efectos sobre lo afectivo. Yo preparé... tomé algunas cosas que últimamente estaba escribiendo, pero al final decidí que voy a hablar de la memoria y sus vicisitudes, como se vaya organizando. Además esto va a ser seguramente más propicio, me tranquiliza la metodología de ustedes, que ustedes vayan a discutir y después vuelvan y ahí conversaremos. Tanto es así que yo lo que pensaba, ignorando esa metodología, pensaba hacer algo un poco distinto que era dar un panorama y después coordinar y debate. Pero esta metodología pichoneana me parece que está bien. Vamos a ver cómo se organiza mi memoria. Es interesante cuando uno transmite este tipo de cosas académicamente, legítimamente, forma memoria, insiste en algunas cosas, en algunas calificaciones. Cuando uno habla más espontáneamente, más que forjar memoria específica, va despertando propias cosas, como analista diría que pone en juego la temporalidad del inconciente, los actos fallidos, van a escuchar seguramente algunos actos fallidos, ya dije uno hablé de salud mental en lugar de crueldad. Los olvidos, recuerdos, uno hasta se olvida en el momento lo que está diciendo, pero eso pone en juego una situación que finalmente es como si estuviera hablando no solamente al colectivo que está ahí sino a cada uno. Yo empezaría por traer la primera contradicción que plantea lo de la crueldad. O la primera cosa que casi lo pondría como punto... primero diría que la crueldad es un flagelo que acompaña al hombre desde el inicio de la civilización. Pero acá hay una cosa paradojal, podemos decir que a lo largo de la civilización se ha ido tratando de acotar la agresión, se ha ido tratando de consolidar lo que se denominan los derechos del hombre, los derechos humanos. Pero al mismo tiempo la civilización ha ido sofisticando lo que voy a llamar los dispositivos necesarios para la crueldad. Una primera cosa que yo señalaría. Y señalaría entonces que hay una diferencia sustancial entre lo que es la agresión como heredada del hombre, de toda la evolución de las especies, de la lucha por la vida, que es una expresión del instinto. El instinto no es cruel, en todo caso está sujeto a la ley de la sobrevivencia, no es cruel. Puede ser feroz pero no es cruel. La crueldad ya es un dispositivo socio cultural. Requiere de un contexto. Es fácil entenderlo si pensamos en el dispositivo de la mesa de tortura, que no solamente está acotada ahí en el específico ámbito del tormento, sino que está sostenida por círculos concéntricos, logísticos, políticos, los beneficiarios de las políticas instauradas. Es todo un dispositivo socio cultural. Eso es la crueldad. La agresión de dos automovilistas que chocan en la esquina y se agarran a trompadas no es de por sí crueldad, puede ser muy agresivo, puede ser incluso descalificada pero no es cruel, salvo que habiéndolo reducido a la invalidez al otro ahí sí se ensañe, y que nadie intervenga, que el público no intervenga. Esa es una típica situación básica, un eje del dispositivo que se llama la encerrona trágica. La encerrona trágica paradigmáticamente yo la empecé a trabajar trabajando con torturados. La encerrona trágica es una situación de dos lugares, sin tercero de apelación: víctima y victimario. Hay multitud de encerronas trágica, no solamente la atroz de la tortura sino cada vez que alguien depende de algo o de alguien para cubrir sus necesidades, de estudio, de trabajo, de alientos, de salud, de tener una muerte asistida. Y ese alguien de quien depende lo maltrata, lo rechaza. Esa es una encerrona trágica. No hay tercero de apelación. No hay alguien que intervenga y ponga lugar ahí. Hay solamente una situación de dos lugares, esto va a ser importante por lo que voy a decir después. La encerrona trágica -esto ya es un matiz más específico desde el psicoanálisis- el afecto del psicoanálisis no es de angustia. La angustia puede tener picos muy altos y tiene también descensos. La angustia es mutante. Lo específico de la encerrona trágica, lo específico de la crueldad es el dolor psíquico, que no tiene salida. Antes yo decía que el dolor psíquico es la metáfora del infierno, después me di cuenta que estaba validando la existencia del infierno, entonces ahora digo que el infierno es la metáfora de lo que es el dolor psíquico, lo que no tiene salida. Una situación sostenida en el tiempo. Tendrá salida por la muerte, esa es la otra cosa específica de la crueldad, que está muy ligada precisamente a la muerte. El hombre puede ser caracterizado por su volumen cerebral, por la especialidad de su cerebro y su aparato neurológico central o por la habilidad y la industrialidad de sus manos puestas al servicio de la inteligencia. Pero algo específico del hombre es que sabe de la muerte -ni siquiera lo llamaría el instinto de muerte- sino que sabe de su muerte. Esta situación es importante para algunos aspectos de la crueldad, no solamente cuando la muerte es algo inmediato, casi hasta deseado en situaciones tremendas, sino cuando la muerte ya está instalada, cuando un sujeto no vive hasta la muerte sino que vive hacia la muerte. Esta es una situación sobre la que voy a volver. La crueldad ha acompañado al hombre desde los inicios de la civilización. En esa paradoja en que por un lado va acotando todos los esfuerzos, esa lucha donde los esfuerzos por sostener los derechos del hombre se acompañan de esta sofisticación de los dispositivos de la crueldad como organización social. Allí ya hay una contradicción y esa misma contradicción nos remite a la diferencia entre lo agresivo de los primeros momentos de la humanidad, próximos a los primates; y cómo, en la medida en que la civilización va instaurándose, se va pasando (este es un concepto que lo voy a nombrar, porque una de las dificultades que yo tengo aquí para hablar de la crueldad es cómo no caigo en un código excesivamente inherente a mi especialidad pero tampoco quiero eludirlo porque hay cosas que son del saber común) a la diferencia de lo que se llama el instinto y lo que se llama la pulsión. Después, si puedo, voy a desarrollar qué tiene que ver esto con la crueldad. Si bien la crueldad acompaña al hombre, hay otro dispositivo en esto que va a ser muy fuerte, otro dispositivo socio cultural que también acompaña a cada uno de nosotros desde su nacimiento y en cierta forma también se fue perfeccionando en el pasaje de los primeros tiempos de los primates a los hombres -cuando el hombre se fue socializando, porque también es un dispositivo de socialización- que es el dispositivo de la ternura. Cuando uno habla de la ternura, yo hace mucho que trabajo sobre la ternura, generalmente la ternura tiene mala prensa o tiene buena prensa pero aparece como el aspecto blandengue del amor, aparece como la suavidad. La ternura es el escenario formidable donde el sujeto, el cachorro humano, se va viniendo sujeto ético. Entonces, hablar en la Casa de las Madres de la ternura, en esta Casa evocar la epopeya de las Madres de Plaza de Mayo en esta casa, en los momentos que surgieron, se dan cuenta que realmente es el ejemplo claro de lo que representa la ternura como una situación formidable, no solamente de la constitución del sujeto ético, sino también de la defensa de los valores que implica la ternura. ¿Qué quiero decir con esto? Antes quiero decir algo, ya empiezan los dimes y diretes. Lo que yo les decía de la temporalidad del inconciente, y todavía no cometí ningún acto fallido que los haga reír, pero también reírse en este tema es medio difícil. Les cuento, si el dispositivo de la crueldad es la encerrona trágica, y la encerrona trágica es una situación de dos lugares, sin tercero de la ley, sin tercero de apelación, en específico como producción afectiva es el dolor psíquico; la ternura es una situación de tres lugares, hay un tercero de apelación. Voy a permitirme definir la ternura, muy escuetamente primero desde el psicoanálisis. El psicoanálisis dijo muy pocas cosas sobre la ternura. Freud dijo muy pocas cosas, estaba distraído seguramente, no era un hombre muy tierno. Pero dijo una cosa fundamental: la ternura es la coartación, el acotamiento, la limitación, del fin último de la pulsión. Si dijera del fin último del instinto no estaría... pero sería más fácil de entender, porque la pulsión es un concepto muy difícil. Pero es el fin último de la pulsión. Es decir que una madre no sobreagrede ni sobreexista a su niño, hay una coartación, hay una detención. Esa detención que no hay con su compañero, esa detención que no hay en el juego sexual, que ahí sí hay una descarga que no hay en la agresión cuando la cosa llama a pelea, aquí sí hay una detención, una coartación. Es casi como si hubiera una sublimación de la sexualidad. En la madre la ternura es sexual -no es un divertimento que yo hable de sexualidad porque tiene que ver con la crueldad-. La ternura es una coartación de pulsión sexual, de la pulsión agresiva. O de la agresión y de la excitación dentro de la pulsión sexual. Esa coartación significa, también dentro de un concepto psicoanalítico, cierta coartación de sublimación, cierta estación importante, primaria de sublimación. No en el chico, en el chico la ternura todavía es estado sexual naciente. Pero de esa sublimación nacen dos cosas. Nace lo que se llama la empatía. La madre sabe por qué llora el niño. El niño tiene horas. La madre sabe de esa empatía. Pónganle comillas al sabe. Pero ese saber garantiza el suministro del niño. Después voy a hablar de los suministros y voy a pasar a otro tema. Pero la segunda producción de la ternura es el miramiento. Antes yo decía generar, después empecé a decir miramiento tomando una palabra española antigua. Miramiento es mirar con interés, con consideración sería. En el caso de la madre puede ser con interés amoroso a alguien que ha salido de sus entrañas pero lo reconoce sujeto distinto, sujeto otro, sujeto ajeno. Entonces, si la empatía garantiza los suministros necesarios a la vida, el miramiento garantiza el gradual desprendimiento de este sujeto como sujeto autónomo. El gradual, el largo desprendimiento. Dos cosas más sobre la ternura y después voy a explicar por qué hablo de la ternura. Decía que la ternura es, claro una cosa interesante: que la ternura es una situación de tres lugares, porque esa coartación del fin último se hace en función de la presencia social, que en una situación común estaría representada por el padre pero que no es necesariamente el padre, ya la madre tiene internalizada socialmente, como sujeto social, tiene internalizado a ese tercero. Digamos que está representado por el padre, el padre como representante de lo social. El padre no es el sujeto de la ley porque sea hombre, es porque viene de afuera y después, de ese ámbito desentrañable madre-hijo. En ese sentido voy a seguir diciendo el padre pero estoy hablando de todas las instancias sociales, de todos los contertulios que pueden estar ahí. Es una situación de tres lugares que empieza a socializar al sujeto. Totalmente lo contrario de la situación de la encerrona trágica, donde no hay tal tercero de apelación y hay una situación social totalmente de amo-esclavo, de victimario a víctima. Termino con tres cosas. La ternura tiene tres suministros básicos. Dos son obvios, el tercero ya no es tan obvio. Los obvios son el abrigo frente a los rigores de intemperie. Fundamental, sin abrigo no sobrevive ningún sujeto humano. El alimento frente a los rigores del hambre. Y el buen trato. Después de pensar mucho sobre cómo definir el afecto de la ternura, lo terminé definiendo como buen trato. El buen trato es trato con arte, es trato pertinente. Pero fundamentalmente es algo que tiene que ver con la donación simbólica. Un chico nace inválido desde el punto de vista físico. A cinco centímetros del pecho se muere de hambre si la madre no le coloca en el pecho. Pero además de esa invalidez física, nace inválido de códigos simbólicos el chico. Vale decir es una especie de fragmento cósmico viable por las formidables programaciones filogenéticas que ha naufragado en un ámbito determinado, cuando tiene suerte. Entonces, en la medida en que la madre desde la empatía y desde el miramiento -el miramiento acota incluso la empatía, que no lo haga objeto propio- en la medida en que la madre decodifica la necesidad del chico -el hambre, la angustia, el frío- con el suministro específico el chico va entendiendo y se va organizando un código comunicacional. Si eso está acompañado permanentemente de la palabra, ese código con el tiempo va tomando palabra. Bueno, eso es buen trato. Es la donación simbólica con que se dan los suministros, la donación cultura con que se dan los suministros. Por supuesto que buen trato alude además al sentido común, al sentido generalizado de la ternura que es con referencia al amor. Diría otra cosa más: de buen trato viene tratamiento. Todos los tratamientos que un sujeto recibe a lo largo de la vida para recuperar la salud, o el buen trato educacional, el buen tratamiento, el buen tratamiento en el trabajo viene precisamente de este buen trato. Ahora, ustedes se dan cuenta que yo cada vez que tengo que enfrentar un peritaje, últimamente un peritaje muy terrible en representación de Abuelas, o hacer una operación de transmisión -incluso esta- o de transmisión clínica, siempre el telón de fondo, el punto de partida para enfrentar los horrores de la crueldad es afirmarme en la ternura firmemente. Afirmarme en la ternura. ¿Por qué? Ustedes se dan cuenta de que si hablamos de suministro de abrigo, de alimentos, de buen trato, aplicando esa grilla directamente en el contexto social, nos damos cuenta cuándo esa situación está totalmente desentendida. Cuando totalmente carente de presencia. Pero, por otra parte, acá hay otro punto. Hasta ahora lo que me gustaría que discutieran es esto de la encerrona como situación de dos lugares y la ternura como situación de treslugares. La ternura como el primer ámbito de socialización de sujeto humano, la ternura como escenario donde el ser humano se va haciendo sujeto ético. Y también lo de la encerrona trágica que les dije como lo contrario a la ternura. La etiopatogenia de la crueldad, el germen de la crueldad. Y no ya la crueldad muy específica. La crueldad, como después vamos a ver, diseminada por el mundo como lo cruel. Hay una diferencia entre la crueldad y lo cruel. De eso voy a hablar en seguida. El ámbito, el entorno de la ternura es la familia. Es el ámbito familiar. Yo quiero llegar a lo familiar pero partamos de la familia. La familia es una palabra que se las trae. Originalmente, si nos ponemos medio culturosos, familia viene de famulus. Que es el conjunto de siervos y esclavos que le pertenecían a alguien. Eso era originalmente el término familia. Incluso hoy día se utiliza peyorativamente para la persona del servicio doméstico la palabra fámula, siempre es peyorativo, evoca ese origen. En la medida en que la familia se va perfeccionando, se va perfeccionando en dos sentidos. Se va perfeccionando en términos de sujetos de la ley, de la ley del parentesco. La ley alcanza a todos, los padres no son hacedores de la ley. Ahí precisamente comienza la crueldad, son representantes de la ley, también la ley les toca a ellos. Pero hay un punto que es más específico. ¿Hay familia o hay la derivación familiar, lo que podría ser algo familiar acá, lo que podría ser lo que se dé cuando ustedes empiecen a discutir y después empecemos a hablar acá? La familia, la vida familiar ya fuera del ámbito de la familia, cuando el sujeto no solamente es hechura de la cultura sino que es hacedor de la cultura. Cuando se da esa tensión en la intimidad de cada sujeto que al mismo tiempo que es hechura es hacedor de la cultura. Eso ocurre en la familiar y en cualquier contexto que pueda definirse como contexto familiar. En sí que no esté alejado de lo que podría ser la impronta de la ternura. Esto nos abre dos caminos. Uno que también yo enfatizaría, que es el camino... Bueno, primero lo que pasa cuando un sujeto es solamente hechura de la cultura y no es hacedor de la cultura, cuando está coartado como sujeto, cuando está borrado como sujeto. Y esto lo vamos a ver después cuando hable de la cultura de la mortificación. Pero yo quería ir a otra cosa, que ya tiene más que ver con la crueldad, que es cuando un sujeto tiene que vivir familiarmente con una situación infamiliar. Infamiliar -"............" en alemán- quiere decir siniestro. El paradigma de esto, por lo menos en mi experiencia, es cuando un chico vive con los expropiadores que lo han capturado y ese chico ignora explícitamente su situación. Estoy pensando concretamente en el primer caso en el que intervine, donde los expropiadores eran los partícipes directos en el secuestro y muerte de los padres. El chico había sido un electrodoméstico más, llevado con el robo de todas las pertenencias. No lo digo porque sí, sino que esa fue una pista que después permitió identificar a este chico. Un comentario que hizo la apropiadora a un sobrino que además lo denunció. Cuando ese chico vive con un secreto atroz que ignora. Los apropiadores responsables de la muerte de los padres, ese chico vive familiarmente, cotidianamente, puntualmente, con una situación infamiliar. Esa situación se filtra. Así como el chico tuvo una extraordinaria capacidad para absorber códigos, permanentemente va absorbiendo noticias -a través de vacilaciones y otras cosas- y va absorbiendo la verdad de esto. Pero es tan horrible la verdad con la que tiene que enfrentarse ese pequeño chico que tiene que recusarla, que tiene que rechazarla, que tiene que renegarla. Este punto es importante también. Renegar es negar y negar que se niega. Es decir una amputación del aparato psíquico. Esta situación es una de las cosas graves realmente en chicos que han pasado años y han sido identificados cuando la renegación se ha instaurado muy fuerte en ellos y entonces tienen serios... Voy a decir una cosa un poco fuerte -olvidémonos de estos chicos- cuando en cualquier circunstancia uno reniega las condiciones en que está viviendo. El ejemplo paradigmático de la renegación podría ser aquella canallesca expresión en la dictadura militar, que frente a un el evidente secuestro, alguien decía "por algo será". Sin saber que ese "por algo será" en el otro extremo, el del tormento, tal vez los torturadores habiendo descubierto que se habían equivocado de personaje, que este personaje no tenía nada que ver con lo que ellos andaban buscando, ese "por algo será" se transformaba en "torturémoslo que algo sabrá". En esta renegación que provoca esta situación, el sujeto no sabe a qué atenerse. Y no sabiendo a qué atenerse se atiene a las consecuencias, que era la forma como los griegos definían, antes que fuera un insulto o un cuadro neuropsiquiátrico al idiota, a la posición de un idiota. Es decir que la renegación conduce a la posición de idiota, en el sentido de alguien que no sabe a qué atenerse, entonces se atiene a las consecuencias. Esto es lo que pasa cuando se vive infamiliarmente. Se vive infamiliarmente con una situación que por infamiliar niega toda la condición de familia: de protección, de ley, de hacedor y hechura de la cultura. Esto es una idea que también tiene que ver con la crueldad, por algo que tal vez tenga que empezar a hablar porque sino se me va a pasar el tiempo que tengo. Voy a ir directamente, ya casi hablando esquemáticamente, fenoménicamente, a las principales formas de la crueldad. Por un lado, lo que un poco paradojalmente se me ocurrió llamar la vera-crueldad. Digo un poco paradojalmente porque si la palabra vera remite a veraz, a verdad, el agente mayor de la crueldad -imaginemos un maligno, un torturador- es totalmente ajeno a la verdad. Voy a decir por qué. En la vera-crueldad, la crueldad mayor, el sujeto es totalmente maligno en tanto el núcleo fuerte es la pretensión de impunidad. Ahora han desaparecido los secuestros, los tormentos inexorables, la desaparición de personas pero lo que no desapareció es la pretensión de impunidad que sigue instaurada. Este es el elemento fundamental de la vera-crueldad, la pretensión de impunidad, que lo hace sujeto maligno. Acá voy a recurrir a una explicación medio simplificada pero que a mí me ayuda. En una oportunidad una periodista alemana me pregunta por qué los analistas no analizábamos -o yo concretamente no analizaba- torturadores, siendo tan interesante para la investigación estas cosas. Y yo le dije que había dos razones. Le dije le puedo contestar por repugnancia en este momento, pero si usted me deja yo estoy escribiendo un dossier sobre la violencia en la clínica y tengo algunas ideas que creo que me van a permitir contestarle. Entonces recurrí a esto que voy a decir ahora, que es bastante simple pero que es elocuente. Una cosa es estar mal. Estar mal es el sujeto que ha perdido la capacidad de decisión, que otro ha usurpado su capacidad de decisión. A lo mejor a usurpado su capacidad de decisión ni siquiera un otro-otro, su cuerpo o el mismo que tenía una angina de pecho y fumaba cincuenta cigarrillos por día. El es ahí el agente usurpador de la posibilidad de su cuerpo. O se ha descontrolado emocionalmente o lo que sea. Pero, haciéndolo más sencillo, es alguien que ha sido despojado de su capacidad de decisión. Después está el malo. Parece medio absurdo hablar del malo acá como si fuéramos chicos. El malo, digo malo para diferenciar del maligno, que precisamente usurpa la capacidad de decisión del otro, sea de su familia, de sus empleados, de lo que sea, la usurpa. Pero no le va bien o si le va bien pero tiene remordimientos, tiene culpa, o no está muy tranquilo y muchas veces lo conduce a la malignidad porque hay que ser cada vez más usurpador para terminar amenguando o borrando sus sentimientos de impunidad. Los dos primeros, el que está mal y el malo, nos toca a cualquier de nosotros. Permanentemente somos malos, permanentemente estamos mal, pero está el sentimiento de la culpa, está el sentimiento de la conciencia moral. Desde el punto de vista de la clínica, tratando de evocar lo que le contesté a aquella persona, ambos -el que está mal y el que es malo- son totalmente pasibles de un dispositivo clínico. En tanto acepten las leyes del dispositivo, establecer cómo fueron los hechos, cómo son los hechos. Pero está el maligno. Si me permiten diría que el maligno se caga en toda ley, el maligno tiene una absoluta pretensión de impunidad. Entonces, mal puede aceptar las leyes de cualquier oficio, del oficio clínico que pretende establecer cómo fueron los hechos. Entonces, sería totalmente estúpido exculpar o hacer una parodia de exculpación, porque viene gente. Hay gente que viene pero no por remordimientos, sino que casi como que quisiera convencerse y reafirmar la bondad de sus hechos. Piensen ustedes en Videla diciendo, mientras leía el evangelio, que finalmente eran actos de servicio que el había hecho en función de sus responsabilidades no ya como gobernante sino como militar. Entonces, es totalmente estúpido. El maligno se cae por definición afuera de la clínica, no acepta las leyes del oficio y es tributario de otros ámbitos. Los ámbitos de la justicia o incluso los ámbitos de procederes malignos. Hay aspectos de la malignidad donde el ajuste de cuentas se da malignamente también. De paso, esto nada más que de paso, para una versión de la crueldad: cada vez que los médicos caen en el disparate de llamar a una enfermedad grave o una enfermedad terminal como una enfermedad maligna abren las puertas a cualquier tratamiento maligno. Esta es una palabra que debe ser erradicada de la medicina. Y es cierto, por darle dos días más de vida o un mes más de vida o un año más de vida, a lo mejor someten a ese sujeto a una terrible calidad de sobrevida o calidad de muerte. Esto es un comentario un poco al margen. Por otra parte la crueldad no la trabajo estrictamente desde el campo de los derechos humanos. Es más, si este vero-cruel se cae por fuera de la clínica, nunca he cometido el disparate de ponerme a examinar pero sí puedo leer su conducta, a través de los expedientes, a través de las manifestaciones que hace jurídicas. Pero además porque la vera-crueldad tiene graduación y variables que uno ve permanentemente en la clínica sin llegar a estos extremos. Y hay otra cosa en la vera-crueldad que es el saber cruel, el saber fundamentalista. El saber cruel cada vez que algo distinto conmueve la propia estructura precaria y endeble, que hay que reafirmarla... ustedes piensen solamente una cosa: a los fines de la represión no era necesario que murieran o desaparecieran 30.000 personas, no había 30.000 militantes. No. Eran muchos menos, pero era necesario tener activo y aceitado el dispositivo no solamente para crear instancias de terror, sino para crear instancias de producción de veros-crueles. ¿Qué tiene que ver con el saber cruel? Que es contrario al saber curioso. Curiosidad, esa avidez de saber. En la crueldad hay tres operaciones: primero se excluye, segundo se odia y si se puede se elimina. Son las tres cosas del saber fundamental o de lo que se llama el saber canalla, que es aquel que cree saber toda la verdad sobre la verdad y que, entonces, excluye absolutamente todo lo distinto. Decía que había otra forma de la vera-crueldad, muy frecuente, de todos los días, hoy. Y es la vera-crueldad del sobreviviente. Del sobreviviente de un sistema, de un dispositivo social donde el sujeto sobrevive, la muerte ya está instalada. Es el sobreviviente que advierte que no solamente no están cubiertas ninguna de las cosas propias de lo familiar, de la ternura, ni el abrigo, ni el alimento, ni mucho menos el buen trato. Entonces, la ética del sobreviviente es la violencia, no hay otra. Entonces, no es un ponderar aquí... hace poquitos días con toda mi familia, mis nietos y todo, fui asaltado en un restorán. Fue más o menos leve pero imagínense una chiquita de dos años, un chiquito de cuatro años, otro de seis años... una señora, consuegra, anciana, más anciana que yo, yo era muy joven ahí. Es bravo. Uno era muy claro lo que quería este hombre, los otros eran dos lúmpenes sobrevivientes. El sobreviviente, pensemos en dos noticias que salieron el 3 de julio de este año en el mismo diario, en Clarín, hablaban de Chuky, el muñeco maldito. A los dieciocho años tenía ocho muertes y a veces mataba no ya en el lugar de sus delitos sino que mataba por matar. La vera-crueldad estaba totalmente instalada ahí. Pero dos páginas más adelante, en la misma edición, estaba la siguiente noticia: el cincuenta por ciento de los pobres son chicos, el cincuenta por ciento de los chicos son pobres. Desde ese contexto, ese dispositivo social de crueldad, es donde precisamente hay dos salidas. (Bueno no hay solamente dos salidas también hay otras, yo trabajo en Villa 21 y hay muchas otras salidas pero son arduas, tiene que ser salidas políticas no negadoras, o no renegadoras). O es la salida del reclutamiento, precisamente, de lo que van a ser sujetos de la vera-crueldad o es la delincuencia. Pero acá hay un punto importante. No era Chuky, pero en ese diario se hablaba de cinco kilos que era otro muchacho -cinco kilos porque lo habían tomado con cinco kilos de armas- que lo hieren mortalmente, no estoy seguro si era él, podemos hacer un abstracto y es lo mismo, lo hieren y entonces él dice "no llamen a la ambulancia, quiero morir en la calle". No es para hacerlo héroe a este personaje pero ahí declina la impunidad, ahí él tiene alguna ley. Porque así como el otro se refugia en su pretensión de impunidad, éste que ya tiene la muerte instalada, éste que no vive hasta que muere sino que camina hacia la muerte, va matando hacia su propia muerte. El destino pronto de esta persona es la cárcel, el hospicio o el cementerio. También ahí se desarrolla una vera-crueldad, claro que la situación es distinta. Yo sí he visto delincuentes de vera-crueldad trabajando en la cárcel. Por supuesto que hay poco que hacer pero también puede hacerse mucho. A veces hay mucho que hacer. En todo caso hay toda una consecuencia de la estructura social en esto. Hay una tercera forma, más universal, de la crueldad que es lo cruel. Al principio yo hablé de la ternura. Lo opuesto de la ternura, en cuanto al carácter sexual de la ternura, es la obscenidad. La ternura vela la sexualidad abriendo, precisamente, el camino del erotismo. Si yo pudiera definir muy gráficamente, desde mi oficio de psicoanalista, lo que es el paradigma de la obscenidad, sería un chico pequeño que mira cómo los padres miran, que el mira cómo los padres miran que él mira una escena sexual. Eso sería la obscenidad que significa que un sujeto está en estado de invalidez viendo precisamente, sin ningún velamiento, la sexualidad. Situación que a veces acontece y que a veces está en la imaginación del chico, pero es gráfica para ilustrar lo que quiero decir. En la cámara de torturas también podríamos decir que la víctima mira cómo el torturador mira que el mira el goce sádico del torturador. Si hay que velar la sexualidad para que venga intimidad erótica, en todo caso en la intimidad es donde se corren los velos, y con esto no estoy diciendo que no me gustan las chicas en topless y todo esto, estoy hablando de otra cosa. En la crueldad no hay que velar nada, hay que develarla. Cuando uno vela la crueldad, cuando uno la hace cultura, cuando uno la hace acostumbramiento, es donde aparece lo cruel y con lo cruel convivimos no solamente convivimos cotidianamente, sino que muchas se convive en connivencia. Connivencia quiere decir ojos cerrados o quiere decir guiño cómplice. Yo no me olvido nunca que la primera vez que hablé de la crueldad hablé acá en el Congreso, porque hay un grupo de psicoanalistas que en una dependencia de la Cámara de Diputados organizan... entonces me invitaron a hablar sobre el amparo y el desamparo, entonces hablé sobre la crueldad. Y antes de llegar al Congreso, aquí vi a un hombre que seguramente todavía tenía las ropas de hace treinta días de oficinista o de empleado pero estaba totalmente con la ropa sucia, con corbata, orinado arriba, con una mirada de desesperación y de odio. Yo lo mire y pensé "dentro de quince minutos estoy hablando sobre la crueldad, para qué le va a servir a éste todo lo que yo digo". También para que no se me haga costumbre, pensé. Ese día estaba más lúcido que hoy y el tema era más específico, entraba más dentro de mi oficio, entonces me era más fácil. Entonces tuve una retribución de reconocimiento y de aplausos que me dio vergüenza. Y no digo que me dio vergüenza por tímido, me dio vergüenza porque pensé para qué, esto es lo que extraigo yo de la miseria de este individuo, que la crueldad da beneficios también: lo pone a uno lúcido, lo pone reconocido. Y entonces abrí el debate con eso, planteé esta situación. Y alguien dijo, un hombre que estaba en la misma mesa y trabajaba en cuidados paliativos de pacientes terminales, me dijo: "mire, yo hace diez años que trabajo en esto y no me dan bolilla. Es mucho más fácil y más económico en los hospitales crear unidades de cuidados paliativos, muchos más económico incluso dentro del presupuesto, mucho más digno, mucho más eficaz, pero siempre me rechazan por falta de fondos o por o que sea. Y yo sigo hablando de esto para ser masa crítica y para convencerme de mí. Sobre todo para ser masa crítica, para ser opinión". Entonces yo pensé que sí, que uno tiene que hablar de estas cosas para ser masa crítica. Entonces, decía que la crueldad -si se la vela- se transforma en lo cruel. Hay un ejemplo, que a mí me resultó muy patético. Estaba en Praga, el año pasado, venía de Cuba de hacer un seminario sobre la identidad que también me dio muchos elementos para hablar de la crueldad. Estaba en Praga, y resulta que quien cuando tenía dieciséis o veinte años y leyó a Kafka y leyó "El Castillo" y lo que quería yo era ver el castillo de Praga. El castillo de Praga es todo un barrio, en la parte alta de la ciudad, que está sofisticadamente reciclado para la música, la cultura. Y está reciclado en cuanto a la utilidad pero conserva todo un estilo realmente extraordinario. Praga tiene encanto. Y en el acceso había dos pilares y arriba de cada pilar dos esculturas que se llaman "Los gigantes en pugna". En pugna. ¿Pero cuál es la pugna de estos gigantes? Uno estaba con un garrote rompiéndole la cabeza a una vieja y el otro con un puñal matando a un niño. Así que era el paradigma de la crueldad. Esto estaba a las puertas de una expresión de la civilización, de la cultura. Si yo no hubiera estado atento a este tema, no me hubiera dado cuenta cómo toda la civilización estaba presidida por lo cruel, que acá aparece como una obra de arte. Con esto termino: ¿cuál es la expresión más acaba de lo cruel? Esa forma latente, esa forma cotidiana, esa forma de convivencia y de connivencia de la crueldad. Hay muchas formas, basta salir a la calle y nos damos cuenta. Pero hay una que por el nivel organizacional y social que significa para mí resulta bastante importante, y es lo que llamo la cultura de la mortificación que ya hablé bastante o mencioné bastante. En todo caso voy a decir que cultura de la mortificación, donde mortificación no solamente remite a muerte, sino que remite a mortecino, a apagado, a sujetos apartados, a sujetos que no son ya hacedores de la cultura son solamente hechura de la cultura. Podríamos decir que están en la posición del idiota, que no saben a qué atenerse. Y esto sí que lo podemos ver no ya en las masas marginadas sino en las masas centradas, lo vemos permanentemente por períodos. Entonces, en esa situación donde lo que impera, como decía antes hablando de la familia y del efecto siniestro, lo que impera es la renegación. ¿Qué se reniega ahí? ¿Qué se reniega en esa fábrica, en esa comunidad, en esa familia? Se reniega la intimidación. La intimidación como un elemento constante, que se ha hecho costumbre. La intimidación forma parte de la cultura, ya no es ese fecundo malestar de la cultura del que habla Freud, precisamente la tensión que se da entre el sujeto hacedor y el sujeto hechura, sino que aquí hay una cultura del malestar hecho costumbre. Entonces, cuando se reniega de la intimidación, se convive con la intimidación como un elemento más, se la normaliza, lo que desaparece, lo que retrocede es la intimidad, lo que se llama la resonancia íntima. La resonancia íntima es aquello donde un sujeto dice algo que encuentra resonancia en el otro, no necesariamente coincidencia, puede ser disidencia, pero que promueve a su vez una respuesta que va creando algo, va creando una producción, una inteligencia en esa comunidad, lucidez. En la intimidación, el que tiene algo que decir se encuentra sin razón. El que legítimamente tiene algo que alertar, tiene algo que decir, suele encontrarse precisamente con un desierto de oídos sordos y entonces degrada su discurso al predicador. Se transforma en un hincha pelotas que siempre dice lo mismo y no pasa nada ahí. Por supuesto esa comunidad está muy atenta a los embaucadores de turno, electorales, porque le dicen lo que necesitan escuchar ellos y por supuesto... Y uno se pregunta ¿cómo puede ser que esta comunidad no reaccione? Es una comunidad mortificada. En la mortificación nunca la queja se recibe de protesta. La queja es como aquel que se apoya en sus debilidades para despertar la piedad del otro. Nunca se recibe de protesta. En esa comunidad nunca la infracción se hace transgresión. La infracción es cotidiana desde el código de faltas o desde la DGI, por esto una multa o se presta a la coima. La transgresión no, la transgresión siempre funda algo. O funda la fiesta, o funda la teoría revolucionaria o funda la ruptura epistemológica o funda la toma de conciencia pero funda. En las comunidades mortificadas no hay tal protesta. Se acobarda, se pierde la valentía, se pierde la inteligencia para aquello que dicho desde la posición del idiota, pero fundamentalmente se pierde una cosa: se pierde el adueñamiento del cuerpo. Las patologías astémicas empiezan a cundir. Pero si no hay patologías ............. no hay ningún efecto de movilización, el cuerpo se ha hecho un cuerpo servil. Es curioso cuando uno trabaja, yo trabajo con hospitales. Muchas veces encuentros precisamente comunidades que están trabajando en condiciones tan precarias que son comunidades mortificadas, que han perdido la capacidad de inteligencia, de valentía. Entonces, en esas comunidades hay dos cosas. Una es lo que llamo el sindrome sic. Sic quiere decir saturación, indiferenciación, canibalismo. El ejemplo lo tomo de una jaula de monos cuando hay demasiados congéneres, los monos comienzan a comerse entre ellos. Comen padres, hijos, indiferentemente, el que venga. El canibalismo se instaura. Lo mismo pasa con una comunidad donde hay exceso de gatos. Acá no es que haya exceso de personas, lo que hay es una indiferenciación. No hay ninguna ley, hay una anomia total. Entonces, en esa situación de indiferenciación hay una saturación en el pensamiento donde las ideas, los entusiasmos, los proyectos, son devorados canibalísticamente. Incluso ocurre una cosa curiosa, que yo no la he visto en otro lado. Cuando uno pretende instaurar un debate de ideas, rápidamente y en la legítima defensa de no dejar pasar la impunidad -porque ahí impera la impunidad por todos lados- de una manera no pertinente, porque ahí no están los impunes, los impunes están en otro lado, el debate de ideas se transforma en un juicio público. Juicio público de denuncia de la impunidad, empiezan a denunciarse boludeces de quién hace esto y quién hace aquello, el chiquitaje. Pero no solamente, también se transforma en juicio popular. Es decir, en sanción de aquel que aparece impune que es un representante de otra situación. Esto es una consecuencia del sindrome sic. Por supuesto que el juicio público tiene su razón de ser en el lugar pertinente y el juicio popular tiene su razón de ser, pero no precisamente en estos ámbitos que es una especie de humorada. Termino con esto. Cuando uno empieza a trabajar -yo trabajo como analista- en una comunidad de esta naturaleza......... CONTINÚA EN PARTE II |
Xfa, si tenés activo el Blog quiero hacer contacto. Y si se puede conseguir el texto completo. Mail: raultoer@gmail.com
ResponderEliminarXfa, si tenés activo el Blog quiero hacer contacto. Y si se puede conseguir el texto completo. Mail: raultoer@gmail.com
ResponderEliminar